Como productoras de cosmética natural, nos comprometemos con cada
producto que sacamos al mercado, para tener la seguridad que cada uno de ellos
sea idóneo. Por eso tenemos que conocer exactamente las propiedades de cada
planta, y lo más fundamental el know how de su extracción.
Hay distintas formas de sacar lo mejor de cada planta, y distintas
formas de sintetizar cada una de sus propiedades.
Este es un camino largo, lleno de conocimiento, por eso leemos y nos
capacitamos, permanentemente. Lo último que leímos fue un libro de Patricia
Vega, una
maravillosa experta en el campo de las plantas y su utilización en cosmética. Me encantó el texto, fácil de
leer, y una excelente fuente de sabiduría.
Entre
algunas de las cosas que aprendí, hubo una frase que me marcó para siempre y
está en el título de este post y
cito: “No se puede sacar de donde no hay.” ¿Qué significa? Lo resumo: No se
puede extraer vitaminas, ni beneficios de una planta que no fue alimentada
correctamente, que no tuvo la cantidad de sol necesaria, ni se respetaron sus
tiempos de crecimiento. Esto fue revelador.
Me
planteé esto para la vida… ¿Cuántas cosas consumimos día a día de las cuales no
sabemos de dónde salieron? Vamos a algo rápido, las frutas y verduras de la verdulería…
¿Decime que nunca te pasó comprar unas mandarinas vistosas, bien tangerinas, y
cuando te las llevaste a la boca tenían un gusto a pasado espantoso?, o peor
¡no tenían gusto a nada!
La
necesidad de producir y vender, de no perder ni diez ctvs., y de ser un
productor sostenible, obliga a acelerar los procesos de las plantas y así es
como suceden estos garrones poco agradables en la boca. Esa mandarina, no sólo
es un asco, sino que tiene la mitad o un cuarto de las vitaminas que una planta
orgánica, cultivada, alimentada (si, las plantas comen de la tierra), regada y
cuidada a conciencia. Y ahí es cuando el título de este texto se hace presente
de nuevo.
Desde que
empezamos este proyecto, tan ambicioso como maravilloso, leo los ingredientes de
cada producto que consumo y es increíble lo que podés aprender… muchas veces
indignada no compro, sino que lo hago yo misma.
¿Leés la
etiqueta de lo que consumís? ¿Sabés si ese producto de cosmética tan
maravilloso no fue testeado en animales? ¿Sabés si los componentes de esas
cremas tan divinas no son sintéticos creados en mega laboratorios?
¿Sabés si
esa fruta tuvo todo lo que necesita para desarrollarse normalmente?
No quiero
sonar apocalíptica, sólo quiero que te hagas estos planteos y te contestes
estas preguntas.
Me dirás…
¿Quién tiene el tiempo de hacer todo casero o el espacio para realizar la
huerta propia? “Es caro” escucho a veces, creéme, es más caro el costo
de destruir todos los recursos, o de consumir productos, futas y verduras “de
laboratorio”.
Ahí es cuando las “bio empresas”, las granjas
orgánicas, los pequeños productores que fabrican en pequeña escala entran en
acción. Hay muchos (y cada vez más por suerte) “bio productores”, estamos en un
momento en dónde tiene que ser más importante ser sustentable, el planeta y la
vida misma, necesitan del progreso sostenible y consciente.
Siempre
vuelvo sobre lo mismo, sé consciente al comprar, todo lo que va a tu cuerpo, al
cuerpo de los que amás se procesa, ser cuidadoso en las elecciones de lo que consumimos,
no sólo es bueno para vos, sino que es un eslabón más en la gran cadena de lo
natural. Formar parte del cambio es fundamental, “ser verde” es tendencia y
llegó para quedarse.
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